sábado, 26 de noviembre de 2011

Una noche especial (Segunda Parte)





Aún con sus manos mojadas no pudo resistirse a alcanzarlo. Lo tomó en sus manos. Era un pequeño cofre. Lo abrió con cuidado y dentro encontró una llave. Se quedó mirándola mientras intentaba pensar a que cerradura podría pertenecer esa llave. También extrajo del cofre una nota, en la que de nuevo Marcos había hecho de las suyas:

¿De verdad piensas que sólo mereces un baño? Yo creo que no. Por esa razón te he dejado esta llave. Pertenece a la gaveta de mi escritorio. Dentro hay algo que se que deseas desde hace mucho tiempo, pero... ¿Esperarás a que llegue a casa para que lo veamos juntos? Disfruta del baño, no tardaré.


Marcos.

De nuevo la sonrisa de Silvia se hizo presente en su rostro, pero esta vez acompañada por una carcajada, quizás producida porque no creía que aquello le estuviera pasando y quizás también por los nervios y la curiosidad de saber que es lo que se escondía en el escritorio de Marcos. Dejó la llave en el mueble portatil. Se sumergió en la bañera. Luego cogió una fresa de la bandeja de fruta que tenía ante ella y se quedó relajadamente disfrutando de su baño de sales. Mientras tanto, no dejaba de mirar de vez en cuando la llave del cofre. La miraba una y otra vez como si tuviera miedo de que alguien se la arrebatara, pero en el fondo su curiosidad se estaba apoderando de ella, aunque resistió la tentación un poco más.


El ruido del pestillo de la puerta de la entrada le indicó que Marcos había llegado. Marcos se acercó hasta el baño, tocó en la puerta y preguntó si podía pasar, a lo que Silvia accedió con mucho gusto. Marcos abrió la puerta. Ante él estaba Silvia, en la bañera cubierta de espuma. Los dos se sonrieron y se miraron sin decir una palabra, hasta que ella le pidió que se acercara. Así lo hizo él. Se besaron. Marcos recibió un beso de "esos", de los que te hacen dudar si estas soñando o despierto . No era para menos, pues Silvia estaba sorprendida y encantada con todo lo que él había hecho para ella. Se besaron con tanta pasión, que el pato del lavabo se sonrojó y se dió la vuelta para dejarles intimidad.






Silvia interrumpió el beso. Con voz dulce y sensual le preguntó a Marcos si ya podría abrir la gaveta de su escritorio. Marcos sonriendo le dijo que aun no, pues había que preparar la cena. Ella pensó: "¿la cena?, mmm, tomaré al aperitivo ahora". Sin mediar palabra, lo rodeó con sus brazos atrayendo a Marcos hacia la bañera. Él no tuvo opción y antes de sumergirse con Silvia en el baño de espuma, sólo tuvo tiempo de descalzarse con rapidez. Las tranquilas aguas de la bañera se agitaron con una leve marejada, con pequeñas olas de deseo.


Pasada esta pequeña tormenta pasional, ambos se prepararon para la cena. Marcos en la cocina sonreía, no sólo por lo contenta que había visto a Silvia, sino también porque aun quedaba una noche especial para ella. Un anoche que llevaba tiempo preparando en su mente, pero cuya intención había partido de su corazón, del amor que sentía por ella. Silvia se estaba secando el pelo. Se miraba en el espejo del baño al mismo tiempo que movía el secador por su larga melena negra. Le gustaba pensar en la idea de que Marcos estaba en la cocina preparando la cena. Normalmente, por razones de trabajo y horario le tocaba a ella, aunque algunas veces la hacían juntos. Pero esta noche se sentía especial, cuidada, mimada, prácticamente como una Princesa. Esto es algo que no pasaría desapercibido para Marcos durante la cena.


Al cabo de un rato, Marcos se acercó al dormitorio. La puerta estaba cerrada, pues Silvia se arreglaba. Así lo había hecho antes él. Quiso vestirse de forma apropiada, pues nunca se sabe lo que puede deparar la noche. Tocó en la puerta y le dijo a Silvia que la cena estaba lista. Ella respondió que enseguida saldría. Unos minutos más tarde Marcos oyó el sonido de unos tacones que se acercaban con paso firme a la cocina. Con cada paso, el nerviosismo hacía que aumentaran sus pulsaciones. Lo cierto es que eso no sería nada comparado con lo que Silvia se encontraría al llegar a la cocina.








Cuando sus pasos la condujeron a su destino y estuvo en la puerta de la cocina, todos sus pensamientos sobre lo que iba a encontrarse desaparecieron. Se mantuvo sobre sus tacones, quieta, como una figura de mármol. No entendía nada. Ante sus ojos había una mesa desierta. No había platos, ni cubiertos, ni comida, ni velas. El fregadero estaba vacío y limpio como una patena. No había rastro de actividad culinaria alguna. Miró a Marcos. Estaba sentado en una silla de la cocina. Vestía un traje azul marino. La chaqueta la tenía en la silla y ella pudo ver que llevaba una camisa nueva y un chaleco que nunca le había visto en el armario. Lo miró como si ese no fuera el chico que tantas cosas había compartido con ella, o sería más correcto decir, que tenía ante sus ojos a una versión nueva y desconocida de Marcos.....y le encantaba¡¡. 


Marcos, desde la silla se sonreía al ver su carita. Silvia no podía articular ni una sílaba. Fue entonces cuando él decidió interrumpir el mágico silencio que desde hacía varios minutos dominaba el ambiente. Le dijo a Silvia: ¿Estás preparada?. Ella al oirlo no pudo evitar hacerle todas esas preguntas que rondaban por su cabeza y que esperaban una respuesta: Marcos, ¿y la cena? ¿y esa ropa que llevas puesta....? Marcos, al mismo tiempo que le cogía la mano se acercó a su oído y la interrumpió preguntándole: ¿Me acompañas al escritorio?