domingo, 5 de septiembre de 2010

El Fuego - La Escultura Dorada

Uno de los elementos de la naturaleza que ha estado presente desde el comienzo de la vida es el Fuego. Podemos encontrarlo en múltiples formas, pero sin duda su propiedad más reconocida es la de ofrecer energía en forma de calor.

Cuando somos pequeños y vemos el fuego por primera vez lo más normal es que tengamos miedo por ser un elemento desconocido, pero ese miedo no es puro, porque está mezclado con esa sensación de sorpresa y curiosidad que nos invade cuando vemos esa llama de varios colores y cuya forma cambia en cada segundo.

Mientras vamos creciendo podemos encontrar otros tipos de fuego que generalmente asociamos también al término calor, puesto que una llama desprende energía y la recibimos a través de esa sensación de calor.

Esa energía, al igual que el fuego, también podemos percibirla de diferentes formas. Por ejemplo a través del sol, de un encendedor, del Tai Chi, del motor de un coche, del calor humano etc. Es durante nuestra vida donde podemos experimentar nuevas sensaciones que nos aporta este elemento, unas veces mágico y otras veces infernal. De todas sus formas hay dos que llamaron mi atención, posiblemente porque tiene un carácter de relación personal con otro ser humano y por ello se sitúan en un lugar reservado para el disfrute con la persona de la que te enamoras o que simplemente te agrada o te gusta. Una es el calor sexual y la otra….. la descubrí por casualidad. Es la Escultura Dorada.


La noche se había presentado en las montañas. Una ligera ventisca amontonaba gruesos copos de nieve en el tejado, las ventanas y la puerta principal. Los datos proporcionados por la estación meteorológica eran correctos. En la despensa tenía los víveres necesarios para catorce días, por lo que no debía preocuparme por ello. También está cubierta la reserva de leña para la chimenea, pues por la tarde me había adentrado en el bosque para aprovisionarme por si se hacía efectiva la alerta meteorológica.





La cabaña no era muy grande. Un dormitorio con litera, una habitación para la leña, un cuarto de baño con ducha y la habitación principal con una cocina nueva, un sofá y la chimenea. En el suelo, junto a esta, había una alfombra con el colchón de la litera sobre el que muchas veces pasaba la noche, pues apenas necesitaba una manta para dormir, ya que el fuego mantenía la habitación caliente.

Me habían destinado aquí. La empresa que me contrató me ofreció este puesto. Me ocupo de las mediciones de diversos aparatos meteorológicos y también de su mantenimiento. Por ello paso varios meses al año en la montaña. Es un buen trabajo, ya que me deja tiempo libre para recorrer el bosque, subir a lo alto de uno de los picos cercanos, puedo ir al lago del valle, correr, pero de lo que más disfruto es del atardecer. Me gusta preparar un termo con un caliente y cremoso chocolate. Lo pongo en la mochila con mi taza preferida. Me preparo con ropa de abrigo, me calzo las botas, mis guantes, pasamontañas y salgo rumbo a la cima. La cabaña está a 2.900 metros de altura y la cima está a más de 3500 metros. Se tarda una hora mas o menos en alcanzarla, pero para mi el tiempo es relativo. Una vez allí arriba, me siento en la roca cómodamente y disfruto del espectáculo que me ofrece la naturaleza, con el sol ocultándose en el horizonte y con la vista privilegiada sobre los valles cubiertos de nubes esponjosas, como si pudiera caminar sobre ellas e incluso coger alguna y hacerme una almohada para mi descanso nocturno. El viento es parte del paisaje y el frío es el indicador perfecto de que la naturaleza está viva, es independiente y no hace lo que yo quiera o desee, solo se muestra tal como es y le aporta a la montaña esa mezcla perfecta entre aventura y libertad.

Fuera de la cabaña el viento arrecia. Parece que va a ser una noche bastante fría. Acabo de cenar, así que después de recoger la cocina, me sentaré frente al fuego y leeré un buen libro. Ya estamos todos. Mi alfombra, mi manta, mi libro, el fuego y yo. ¡Ah! ¡se me olvidaba! También tenía de fondo el sonido exterior de la ventisca, que seguramente me estaba preparando el trabajo para mañana, ya que con cada tormenta es inevitable levantarse y despejar la entrada con una pala, y también liberar al tejado del peso de la nieve. Pero eso será mañana.

Escucho unos golpes en la puerta. Me levanto y me pongo un polar. De nuevo unos golpes en la puerta.

Pregunto: ¿Quién está ahí?
Una voz me responde: ¡¡Abre por favor!!

Abro la puerta con precaución. Tras la puerta tengo un tablón que la bloquea de forma parcial, por si alguien intentara empujarla y entrar a la fuerza. Frente a mi una persona de un metro setenta aproximadamente y con la ropa y la mochila cubiertas por la nieve.

Una voz: ¿Puedo refugiarme, por favor?

Vi que no había nadie más y le dejé pasar. Cerré la puerta y le ayudé a quitarse la mochila. Se quitó el pasamontañas. Era una mujer. Cuando se dio la vuelta nos miramos y…

Pedro: Pero….. ¿Qué haces aquí?

Ella medio sonriendo me responde:

Marta: Nada… que no tenía nada que hacer en casa y me apetecía subir.

Marta es una chica que conocí hace poco. Es una mujer aventurera. Le gusta la naturaleza y practica el senderismo. También le gusta correr por el bosque, montar en bicicleta y todas aquellas actividades que le ofrecen diversión y sobre todo libertad. De hecho, creo que de ahí le viene ese carácter inquieto y curioso, pues siempre está pensando en cual es la siguiente meta o actividad que quiere realizar.

Pedro: Pero Marta, venirte con este tiempo y sola, no ha sido buena idea. Podrías haberte quedado aislada en medio de la tormenta.

Marta: Lo se Pedro, pero ya está hecho y aquí estoy. Espero que no te haya molestado.

Me quedé mirándola pensando en lo que le iba a decir. Me parecía que se había arriesgado mucho viniendo en las condiciones en las que lo había hecho. Por otro lado tenía razón, ya estaba allí y además bién.

Pedro: No me molesta Marta. Lo cierto es que esto es una sorpresa. ¡¡Venga!!, quítate la chaqueta y ponte cómoda. ¿Te ha entrado agua en las botas?

Marta: Un poco si, creo que tengo los calcetines húmedos.

Pedro: Vale. Pasa a la habitación, que voy a por un par de los míos para que te los pongas. Ponte cómoda. ¿Ya has cenado?

Marta: No. Por el camino me he comido unas barritas energéticas y he traído algo de comer, pero no tengo hambre.

Pedro: Toma. Ponte estos calcetines. ¿quieres un poco de té o chocolate?

Marta: Si. Un chocolate caliente.

Pedro: Oye, si quieres puedes ducharte antes y así entrarás en calor y dormirás mejor.

Marta: Bién, pues allá voy.

Mientras Marta se duchaba, yo calentaba un poco de chocolate. También pensaba en la sorpresa de ver a Marta aquí. Una vez le conté como llegar, pero nunca pensé que viniera. Recuerdo que en una ocasión quise invitarla a ir de acampada una noche. Me costó decírselo, no se la razón. Al final le dije que si algún fin de semana no tenía planes, pues podríamos quedarnos de acampada. Ella me respondió, pero no lo hizo aceptando mi propuesta, tampoco rechazándola, así que el asunto quedó en el aire.

Cogí una taza y vertí el chocolate.




Pedro: ¡¡Marta!!, ¿quieres leche con el chocolate?

En ese momento Marta salió de la ducha con una camiseta de algodón, un pantalón bajo de algodón y la toalla en el pelo. Se acercó hasta la taza, observó el chocolate y me dijo:

Marta: No, me lo tomo sin leche.

Tras unos minutos salió del dormitorio y vino a por la taza.

Pedro: Marta, voy a la habitación a poner unas sabanas y la ropa de la cama.

Marta: Oye. Me gustaría quedarme junto a la chimenea que seguro que no hace tanto frío como en la habitación.

Mientras decía eso Marta vio que junto a la chimenea estaba mi manta y mi almohada.

Marta: ¿tu duermes junto a la chimenea?

Pedro: Si

Marta: ¡Ah! Bueno, pues si quieres duermo yo en la habitación, no me importa.

Pedro: Mmm, si quieres quedarte junto a la chimenea no pasa nada, yo me vengo a la habitación.

Una cierta tensión se palpa en el ambiente.

Marta: No Pedro, es tu sitio, no quiero echarte.

Marta se sonríe.

Pedro: Pues si a ti no te importa, hay hueco para los dos. Pero me da pena por la litera, ahora mismo pensará que ninguno quiere dormir con ella, jajaja.

Marta suelta una leve carcajada mientras me observa de allá para acá ocupado con la manta y la almohada para que ella duerma.

Cuando termino, me dirijo a la alfombra. Me tumbo, me tapo con la manta y de nuevo retomo la lectura de mi libro. Marta se termina el chocolate y se acerca hasta su manta.
Su colchón y el mío apenas están separados por unos centímetros. Mientras leo mi libro llega hasta mí una fragancia que no había percibido nunca en la cabaña. Tengo mis ojos puestos en los párrafos del libro, pero mi mente ya se ha interesado por saber el origen de aquel suave olor, interés que pronto adquirieron el resto de mis sentidos. Marta estaba mirando al techo, en silencio, como pensativa. La miro. Se toca el pelo con la mano, bueno mas bien lo tiene entre sus dedos. Supe entonces que el suave olor que percibía era de su pelo. Marta me mira y me pregunta:

Marta: ¿Me vas a decir algo?
Yo estoy aún mirando como sus dedos juegan entre su pelo, por lo que me cuesta pensar que le voy a responder.

Pedro: Si, ¿quieres jugar a las cartas?

Marta: ¡¡Si!!





Me levanto y voy a la habitación a por la baraja. Pasamos un largo rato entre reproches y risas, ya que a veces me acusa de hacer trampas y otras la pillo yo haciendo de las suyas. Estábamos cada uno a un extremo de la chimenea y en medio el lugar donde jugábamos la baraja. A Marta le toca repartir la última mano. Coge las cartas entre sus manos y las mezcla entre si. Yo me fijo en su rostro. El pelo suelto cae entre sus hombros. Lleva puestas sus gafas, que a mi parecer le dan un toque intelectual. La tenue luz del fuego acaricia su rostro con un color dorado que juega con el brillo y las sombras de sus rasgos. Es en este momento cuando Marta me dice:

Marta: Pedro ¿te pasa algo?

Yo me repongo como puedo y le contesto.

Pedro: mmm no, nada, que me he quedado pensativo.

Marta: Si quieres nos dormimos que ya es tarde.

Marta cree que yo la estoy escuchando, pero realmente yo ya estaba perdido. Marta hacía tiempo que me gustaba. Su educación, su manera de expresarse, la voz suave y llena de tonos sutiles como el de una armonía musical, sus gestos, su físico….. No hay nada que hacer, he caído en una atracción fulminante. Lo se porque nunca había estado a solas con ella y ahora está aquí, delante de mi. ¿Qué voy a hacer?

Marta: ¡¡ Pedro!!

Esta vez si que la escuché, pero no me inmuté. Solo pude decir:

Pedro: ¿Sabes que eres preciosa?

La cara de Marta parecía mármol. Ella no esperaba que yo le dijese algo así. Se quedó unos segundos callada. Segundos que a mi me parecieron decenios. Pero, ¿Qué he hecho? ¿Por qué le he dicho eso? ¿Qué ocurriría ahora?

Marta me mira. Creo que está pensando que es lo que me va a decir y me temo que esto no me va a gustar.

Marta: Gracias.

¿Gracias? Y ¿eso que significa? Creo que lo mejor es que nos vayamos a dormir.

Pedro: ¿Quieres dormir?

Marta: Si, estoy agotada.

Me levanto y pongo los colchones alineados, un poco retirados de la chimenea. La habitación estaba a buena temperatura para el sueño. La temperatura era estable. Situé el colchón de Marta frente a la chimenea, para que le llegara el calor de forma directa. El mío paralelo al suyo, justo detrás del de ella. Nos acostamos y nos dimos las buenas noches.

Marta: Pedro buenas noches.

Pedro: Buenas noches Marta, que descanses.

Aquí estoy. Delante de mi, en mi cabaña está Marta.
El silencio es perfecto para el sueño, pero no puedo dormir. Marta ni se mueve, posiblemente porque ya esté dormida. Me incorporo y la miro. Me doy cuenta de que tiene las gafas puestas. Voy a tratar de no despertarla mientras se las quito, porque si no es posible que se haga daño y las rompa.

Me levanto y me pongo entre la chimenea y ella. Tiene los ojos cerrados. Me quedo mirando su rostro iluminado por la luz del fuego. Levo mis manos con cuidado hasta las monturas de sus gafas y cuando intento retirarlas Marta abre los ojos.

Marta: ¡ayss, me las he dejado puestas!

Pedro: Si.

Marta intenta coger las gafas para quitárselas, pero yo aún no las he soltado.

Pedro: ¿Me permites?

Marta aparta sus manos y se relaja permitiéndome que sea yo quien lleve la acción a cabo. Tengo las gafas en la mano y las pliego. Las pongo encima de la chimenea, en el marco de madera exterior. Marta está acostada, con una mano entre la almohada y su rostro que reposa en ella. Mientras la miro, me acerco despacio y beso sus labios. No se como que nombre recibe esa sensación, la de estar muy relajado y nervioso a la vez. Quizás es algo que no existe o que solo me ha pasado esta vez.

Me levanto y vuelvo a mi colchón. Me acuesto en la misma posición que antes. Marta no se ha movido desde que la he besado. Yo cierro los ojos y satisfecho por mi atrevimiento me dispongo a dormir.

Marta: ¡Pedro!

Yo abro los ojos y la veo frente a mí, casi a punto de besarme. Verla tan cerca activa mi deseo de besarla. Los labios volvieron a unirse. Los besos fluyeron como el agua del arrollo, unas veces lentos y otras veces desbocados. Dimos más vueltas que un trompo en aquellos colchones. Las manos jugaron al gato y al ratón. La sabiduría tántrica aportó una larga satisfacción y la imaginación inauguró los nuevos, ocultos y prohibidos secretos de que no figuran en el famoso libro asiático de las posturas. No menos importantes fueron los coros líricos que retumbaron en la habitación en los momentos más álgidos de la noche y que acompasaron a los deseos más ocultos que Marta tenía en su interior.





Durante la noche, hubo un momento en el que Marta fue objeto de una obra de arte. Ella en si misma ya lo es, pero algo me mostró que lo era más aun. Lo supe en cuanto la vi aquí, con su torso al descubierto frente a la luz del fuego. Un elemento que moldeó su cuerpo sombreando sus bordes y sus rasgos, matizando las curvas de su anatomía. Un color dorado cubrió su piel como si fuera una lámina de fino oro. El Fuego hizo de ella .....La Escultura Dorada.

3 comentarios:

  1. ayssss,¿ donde puedo dejar este video ?..bueno lo dejo aqui mismo para que lo difruten, por cierto Chen... la historia !!El Fuego- la escultura Dorada ¡¡ ma encantado , bueno hay te dejo una bandeja de besitos surtidos muakkkk.....Resmuakkkk
    http://www.youtube.com/watch?v=nz3tQ5JTb6k&NR=1&feature=fvwp

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  2. Me ha llegado ese calor del fuego, de tu hermoso relato "la figura Dorada",esta vez, con una sensación mágica, que a medida que iba leyendo, me invadía la curiosidad para saber que ocurriría en cada momento, en cada linea escrita, y mi imaginación se ha trasladado a esa casita de la montaña, aquella noche fría, delante de la ximenea..

    felicidades Chen!!!

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  3. Hola

    Gracias por tu comentario. He de decir que disfruté mucho escribiendo este relato. Recuerdo que las imágenes de la casita de la montaña fluyeron solas, como si las estuviera viviendo. Sin duda el calorcito de la chimenea envolvió el ambiente.

    Un saludo.

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