viernes, 25 de junio de 2010

La visita (2ª parte)

Mi té se había consumido. El desnudo fondo de la taza así lo reflejaba. Me quedé mirándolo, pues un reflejo de mi rostro brillaba por el efecto del té sobrante, apenas unas gotas. Ella, mi invitada, me miraba con cierta curiosidad. Posiblemente se preguntaba por mi estática posición y concentración. Allí estaba yo, absorto en el fondo de la taza. Mientras mis ojos permanecían hieráticos en tal reflejo, mi mente comenzó un camino paralelo a la realidad.

El silencio de la realidad dejó paso a un ambiente imaginario. Un lugar con sonido a agua. Un murmullo cada vez mas creciente, como el de una cascada que desemboca en un pequeño lago. Mis ojos estaban cerrados. No tenía intención de abrirlos aun. De momento me bastaba con escuchar el sonido del agua del lago y de la perpetua cascada, una música armónica que no debía ser interrumpida por ningún otro sentido. Mi relajación me llevó a una concentración más completa. En la cascada pude descubrir algo que no había experimentado antes. El agua caía en abundancia sobre el lago. El mismo elemento con dos estados distintos, la fuerza arrolladora y dinámica de la cascada, y la suavidad de las ondas sobre la quietud del lago, sobre todo en la proximidad de la orilla. La cascada era algo espectacular. Sin abrir los ojos para verla, podía escuchar el jolgorio y la alegría del agua. Habían gotas de múltiples tamaños. Unas chocaban contra otras emitiendo un húmedo chasquido, a veces me parecía que reían como los niños que corren por el patio de la guardería. Todas las gotas en una misma dirección, una detrás de otra, unas cien, mil, millones, cientos de millones, no se cuantas habrían, pero podía escuchar como se quedaban mudas al llegar a la superficie del lago y se fusionaban con sus antecesoras, que ya habían olvidado la fiesta, para luego descansar y relajarse en las ondulantes y suaves formas, que hacían de la superficie del lago un relejo de la calma y la quietud.





 En ese momento presentí que algo no encajaba en mi percepción sensorial de mi imaginación. Algo me sacó de mi concentración.

Mi imagen en el fondo de la taza de té me devolvió a  la realidad. Alcé la vista buscándola a Ella. Estaba allí, frente a mi, en la misma posición en la que estaba antes de mi viaje imaginario. Nos miramos y en cuestión de segundos nos sonreímos.

Ella: ¿Que ha pasado Chenzhen?

Chenzhen: Pues parece que me he dado un paseo por la taza de té.

Nos reímos.

Ella: Mas que una vuelta, me ha parecido que has hecho un viaje alrededor del mundo. ¿donde has estado?

Chenzhen: Pues no lo se exactamente. Me he ido a un lugar que no he visto con mis ojos, tan solo lo he visitado con el sentido del oído.

Ella: Pues yo.... me siento como si te hubiera esperado en el aeropuerto, con la taza de té en la mano.

Chenzhen: jajajaja. Discúlpame, me he quedado como absorto.

El silencio hizo su presencia, pero solo unos minutos.

Chenzhen: ¿te gustaría acompañarme?

Ella:  ¿A donde?

Chenzhen. A lugar donde he estado. Es un viaje imaginario, pero es posible que te guste.

Ella: ¿Es como una meditación?

Chenzhen: Si, algo así. ¿te animas?

Ella: Pues... ¿prometes que me traerás de vuelta?

Chenzhen: Yo, mas bien diría ¿querras volver?

Nos sonreímos

Ella: Venga, si.


Me levanté del futón y fui a por lo necesario para nuestro viaje. Traje unas almohadas y unos finos colchones  llenos de plumas y confeccionados en algodón natural. Extendí el suyo sobre el tatami de la estancia. La invité a tumbarse.

Chenzhen: Bien, ahora que estas tumbada respira con normalidad, pero hazlo con cierta profundidad. He traído unas mantas, por si en algún momento tuviéramos frío.

Ella: Gracias Chenzhen

Ella cerró los ojos. Me siitué  cerca de su cabeza. Deslicé mi mano bajo su cuello. Con cuidado coloqué la almohada y apoyé su cabeza.. Luego me tumbé junto a Ella. Antes de iniciar el viaje, le indiqué que soltara el cuerpo, que olvidara su trabajo, sus preocupaciones. El silencio apareció, pero esta vez con una compañía que el propio silencio no esperaba, nuestra respiración. Se hizo profunda, constante. Empezamos a oír los latidos del corazón. Los músculos del cuerpo se aflojaron, se relajaron.... nos olvidamos de ellos y de todo aquello que pudiera ser un lastre para nuestro viaje. Fue así como en unos segundos comenzamos a volar de forma imaginaria hasta aquel lugar que antes había dejado atrás y que ahora me proponía descubrir con la vista y con Ella.

(Fin de la segunda parte)

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