La oscuridad se tornó en luz. Vinieron a mi los sonidos de aquel mágico lugar. Abrí los ojos y pude ver el espectáculo que el oído me había descrito en mi visita anterior.
La cascada era como de unos 15 metros de altura. Salía de lo alto de las rocas y terminaba en un lago de aguas transparentes. El agua tenía un color azulado que brillaba por efecto del sol, gracias a que el cielo estaba despejado, sin una nube. A mi alrededor habían flores y plantas con hojas y pétalos de muchos colores, unos colores llenos de vida que cautivaban por sus tonos azules, naranjas, rojos, verdes... Tras estas estaban unos arbustos que daban paso a un frondoso bosque de distintas especies.
Me adentré un poco en el bosque. El sonido del agua de la cascada era ahora un pequeño murmullo. Me acosté en el suelo y me quedé mirando las copas de los árboles. Los rayos de sol jugaban con las ramas. Unas veces los tapaban y otras los dejaban pasar. Una ligera brisa trajo consigo una melodía de hojas y ramas entre los arboles que aportaban una sensación de calma, de frescor y de vida. De fondo podía escuchar aun el murmullo de la cascada que era el complemento perfecto a la melodía del bosque.
El agua del lago emitió un sonido discordante. Yo me percaté de ello. Me levanté casi de un salto y corrí hacia la cascada. ¿que había sido aquel sonido? Quería descubrirlo.
Llegué cerca del borde del lago. Aparté unos arbustos sin hacer ruido y miré hacia el agua. Unas ondas nuevas aparecieron en la superficie del lago. Parecía que la orientación de aquellas era equivocada porque iban en contra de las ondas que fluían de la caída del agua de la cascada. Me quedé observando. De repente, surgió a la superficie una figura. Pude ver como su pelo negro y largo emergía lentamente desde el fondo del lago. Estaba de espaldas. Con sus manos escurrió el agua de su pelo. Este dejó paso a la visión de sus hombros.¿quien era aquella mujer? ¿que hacía en mi lago? ¿porqué estaba en mi lugar imaginario?
No tardé en percatarme que se trataba de Ella, de mi huesped. Aún así, me mantuve tras los arbustos. Ella estaba allí. Nadaba plácidamente. Se sumergía en el agua y emergía de nuevo. Sus hombros parecían de oro por el brillo del sol en la piel. Verla así, tranquila, disfrutando del baño, del agua, del sol, de si misma, me hizo sentir bien. Yo parecía un arbusto. Uno más de los que junto a las flores y las plantas observábamos la belleza de sus movimientos. La brisa pasó por mi lado y me silvó al oído que... era hora de comer.
Así era. Lentamente me retiré de mi posición. Tenía que buscar algo de comer, no solo para mi, también para Ella. Fue así como me adentré en el bosque. Tenía ganas de correr. Estaba ciertamente sorprendido por la presencia de Ella y eso me proporcionó un estímulo extra para mi búsqueda de alimento. Comencé la carrera entre los arboles. Me sentía lleno de fuerza de y vitalidad. Salté sobre las piedras y troncos que salían a mi encuentro, las ramas se apartaban a mi paso, la brisa refrigeraba el esfuerzo de mi cuerpo y mi energía lejos de agotarse aumentaba. Mis sentidos funcionaban al cien por cien. Mientras corría vi a lo lejos un claro entre el bosque. Me dirigí allí sin parar de correr. Cuando llegué encontré algunos arboles frutales. Estaban distribuidos entre las diferentes especies del bosque, de forma natural. Había de todo. Me acerqué a una platanera. Del tronco arranqué un poco de corteza que entrelacé, para hacer un recipiente para la fruta. Estuve allí recolectando lo necesario para los dos. Una vez que tenía lo que quería me encaminé rumbo al lago.
De manera sigilosa, me acerqué a los arbustos. Miré en el lago, pero Ella no estaba. ¿a donde había ido?. Algo se movió en la orilla. Ella estaba tumbada en la arena, boca abajo. Tomaba el sol. La imagen se grabó en mi retina. Su desnudez formaba parte de aquel paraíso. Pude observar como el agua del lago intentaba rozar uno de sus pies con el impulso de las ondas del agua. La brisa hacía flexible las ramas de la plantas, para de esta forma intentar llegar a su pelo o a su piel. Entonces se me ocurrió una idea. Me fui a un extremo del lago. Puse el recipiente con la fruta en el agua. Lo empujé hasta donde estaba Ella. Rápidamente me oculté entre los arbustos y esperé. El recipiente navegó entre las aguas. Su dirección era correcta, pero comenzó a desplazarse un poco por efecto de la caída de la cascada. ¡ Madición!. Tenía que improvisar algo. Me acerque de nuevo a la orilla deslizándome por el suelo. Me metí en el agua con lentitud casi como un cocodrilo. Me sumergí hasta llegar al recipiente de fruta. Despacio lo empujé hacia ella y con rápidez me sumergí hasta llegar detrás de la caída de la cascada. El recipiente de fruta llegó hasta unos de sus pies. Ella se incorporó para mirar que era lo que la había rozado. La fruta estaba fresca, incluso algunas gotas de agua la habían salpicado. Habían kiwis, platanos, uvas, fresas, melocotón aguacate, piña... Yo intentaba ver si el recipiente había llegado hasta Ella, pero el agua de la cascada me lo impedía. ¿como iba a salir de allí sin que me viera?
Yo estaba en un pequeño hueco en el interior de la cascada. El sol no llegaba hasta allí. Apollé mi mano en una roca y noté que una piedra estaba suelta. Entonces se me ocurrió un plan. Cogí la piedra en la mano y la tiré hacia el bosque con todas mis fuerza, atravesando el lateral de la cascada. La piedra golpeó el tronco de un árbol. El sonido llamó su atención. Se levantó y escuché como atravesó los arbustos para ir a ver que era lo que provocó aquel ruido. Yo aproveché el momento. Me sumergí en el agua y llegué hasta la orilla de donde había partido. Me oculté tras los arbustos y accedí al bosque. Mientras, Ella regresaba a la orilla, pues no había visto nada anormal.
El tiempo que estuve en la cascada hizo que me diera cuenta de que tenía que prepararme para la noche. No tenía ningún tipo de abrigo, así que además de esto tendría que ir pensando en buscar algún refugio o cobijo. Por otro lado también quería buscar algo para Ella. Fue así como cogí unos tallos de una trepadora de arboles y unas cuantas hojas grandes. Con las lianas y dos hojas hice una especie de sujetador. Entrelacé dos lianas para que pudiera atarselas en la espalda, superpuse dos hojas grandes (una para cada pecho) y las agujereé por los extremos, hice los nudos y até a estos otra liana para que pudiera ponerselo por el cuello. Después con otras dos lianas y dos hojas hice algo parecido a un tanga, prestando atención en poner la parte mas limpia y suave de las hojas para el lado interno del tanga, a fin de ofrecer un ajuste lo menos molesto posible. Para mi hice lo propio, también con lianas y dos hojas. Después de hacer de modista naturalista me dirigí de nuevo al lago. Cogí un palo. Lo clavé en el suelo. En el colgué las prendas que había hecho. Luego cogí una piedra y de nuevo la tiré contra el tronco de un árbol. Me apresuré y corrí por el bosque, ocultándome tras un árbol. Después de unos segundos oí sus pasos entre los arbustos. Esperé unos minutos. Miré entre las plantas hacia donde Ella estaba. Pude verla de espaldas. Vi como se ataba el sujetador en la espalda y luego al cuello. Una vez terminó miró a su alrededor. Sabía que yo la observaba. De hecho tenía una cierta sonrisa. Quizás agradeciendo el detalle de la fruta.
Yo no aguantaba más estar allí oculto. Lo cierto es que antes de que ella llegara estaba muy a gusto en mi independencia, pero no había duda de que su presencia me había espabilado. Podría decirse que la belleza de aquel lugar era semejante a los pétalos de la flor mas hermosa de la Naturaleza y por tanto, Ella era la pulpa más dulce que todo ser viviente del bosque quería probar.
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