miércoles, 14 de julio de 2010

La visita (4ª parte)

Ella volvió a la orilla del lago. Yo tenía ganas de darme un baño en las tranquilas, frescas, ondulantes y brillantes ondas que la cascada provocaba en la superficie del agua. Así lo hice. Me acerqué a la orilla y lentamente me sumergí en el agua. Nadé de un lado a otro inmerso en aquel líquido refrescante. Mientras, en la orilla, Ella me observaba. Una ligera brisa anunciaba que la tarde pronto sería noche. Entonces me dirigí hacia la orilla. Ella me saludó con su sonrisa y yo me senté a su lado.

Chenzhen: Hola

Ella: Hola Chen

Chenzhen: Este es el lugar del que te hablé, ¿que te parece?

Ella: Es un lugar muy bonito. Parece sacado de una película.

Chenzhen: Si, he pensado en rodar una... pero para eso tendría que traer aquí a un gran equipo de producción y, sinceramente, eso es mucha gente para este lugar. Ya no sería lo mismo. (Me sonrio)

Ella: Me gusta mucho la cascada. Uffff, ha sido un día agradable. El olor del ambiente, el lago, ahhh, y la fruta... gracias (se sonrie)

Chenzhen: De nada.

Ella: Me ha sorprendido algo Chen.

Chenzhen: Cuentame que es.

Ella: No sabía que fueras diseñador de ropa de baño, jajajajaja.

Chenzhen: jajajaja. Ha decir verdad... no lo sabía ni yo mismo. (silencio). Bueno, va  anochecer.

Ella: Si y me parece que por aquí no hay hotel, ¿verdad? (se sonrie)

Chenzhen: Así es. Mi Rincón no es precisamente la Riviera Maya, pero seguro que en algún lugar podremos pasar la noche. ¿vamos?

Ella: Si , vamos.

Recogimos la fruta que aun sobraba y nos pusimos en marcha. Nos dirigiamos, a través del bosque, a un lugar que solía frecuentar en mis visitas a este lugar. Estaba no muy lejos de donde nos encontrabamos, en lo alto de una roca plana cerca del naciente de uno de los arrollos que confluyen en la cascada del lago. Por el camino fuí proveyéndome de algunas hojas de palma y ramas secas.

Al llegar se ve en primer lugar una estructura de troncos. Es mi habitáculo. Una pequeña cabaña a base de troncos de madera superpuestos, cuyo tejado he de renovar con hojas de palma que traigo del bosque, ya que a veces la brisa fuerte que atraviesa la montaña se lleva consigo algunas de ellas. No tiene puertas, pues es improbable que alguien pueda acceder hasta aquí.

Chenzhen: Bueno, hemos llegado. Pasa, estás en tu casa.

Ella: ¡¡Vaya!!, que casita tan acogedora. ¿La has hecho tu?

Chenzhen: Si. La hice para poder pasar aquí el tiempo que quiera y no tener que estar bajando continuamente al bosque en busca de víveres. Además, si te asomas a la ventana, las vistas son .... descubrelo tu misma.

La cabaña no era mayor que la habitación de mi casa real. Frente a la entrada habían dos amplias ventanas. Ella se asomó y quedó hipnotizada a la vez que sorprendida por el espectáculo natural que percibió con sus ojos. Desde la altura se divisaba un gran bosque que se extendía hasta el horizonte. Un bosque moldeado por los numeroso valles que dibujaban las colinas y las fracturas del terreno. A la izquierda el Sol iba guardando su luz y su calor en un atardecer naranja. A la derecha un imponente volcán inactivo se alzaba erguido y vigilante de cuanto acontecía en aquel paraje.

Ella, despues de unos largos minutos, se volvió al interior y me dijo:

Ella: Chen ¡¡Es impresionante!! Este lugar en precioso.

La expresión de su rostro y la energía de sus palabras daban cuenta de que se había quedado impactada por la belleza del entorno. De nuevo se asomó a la ventana para ver como el Sol se despedía dando las buenas noches, no solo al bosque, al cielo o al volcán, también a nosotros que pronto descansaríamos tras un día colmado de actividad y emociones varias.

La cena. Estabamos hambrientos. El menú consistía en una ensalada variada, lechuga, zanahoria, piña, pepino, tomate con aceite de coco y vinagre de manzana. Por otro lado, un rico salmón ahumado, hecho en el fuego junto a la chimenea, que predí con las ramas secas que me había traido del bosque. En una esquina de la cabaña una enorme jarra contenía agua fresca que había llenado junto al arrollo.

La noche salpicó el cielo de estrellas. Estabamos ya acostados mirando al cielo. Un amplio espacio del tejado donde aún no había puesto las hojas de palma, permitía ver la bóveda celeste de manera nítida. Allí estabamos, en una cabaña perdida en aquel paisaje único, mirando al cielo y dejando fluir la conversación que por momentos afloraba entre las estrellas y nuestros pensamientos.



Despues de un rato y sin darnos cuenta, recibimos una visita. Se presentó con un vestido largo. Podíamos verlo pero no tocarlo. Estaba iluminado y parecía como si su composición fuera una seda celestial. Miramos a traves de la ventana y la vimos. Era redonda y luminosa. Tenía una pecas graciosas en su rostro. Se llamaba Luna. Allí estaba saludando a las buenas noches. Ella y yo nos miramos, nos sonreimos y alzando las manos dijimos a la par ¡¡Buenas noches Luna!! Esto fue acompañado de nuevo por unas leves risas, posiblemente tejidas por la felicidad y el bienestar que llevabamos sintiendo durante nuestra estancia en este imaginario Rincón.

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